Retry: Crónica de una partida: Destiny

jueves, 11 de septiembre de 2014

Crónica de una partida: Destiny

Por Juan Manuel Santabaya | @JuanM_Santa

Hay magia, y misticismo.

Bungie es capaz de, con poco texto, lograr un trasfondo, imaginable, absolutamente inmenso. Tal como pasó con Halo (y consiguió también BioWare con Mass Effect), Bungie vuelve a demostrar su pasión por el espacio, naves, extraterrestres... ciencia ficción, digamos.

Destiny no me impulsó a redactar esto por las apasionantes melodías del maestro Martin O'Donnell, por un apartado audio-visual maravilloso y verídico, por su componente RPG simple pero con mecánicas justas y necesarias, o por su brillante Inteligencia Artificial. No por la Rusia post-apocalíptica de La Tierra, los entrañables cráteres de La Luna, la frondosidad de Venus o la aridez de Marte.

Destiny me impulsó a ponerme teclado en mano por un motivo. La experiencia que transpira por la totalidad de sus apartados.


Destiny no es un título sencillo, en cuanto a dificultad se refiere. Tiene la medida justa. El cuentagotas con el que fue realizado tiene la llave del éxito. Ni tan arduo, ni tan ligero. Perfecto, lo defino.

Su Inteligencia Artificial, viva por demás, y su jugabilidad simple pero adictiva, me llevaron de la mano hacia el level 7, con un ritmo más lento y armonioso que la beta.

Completé La Tierra, y era feliz; Rusia es poco. Es decir, La Tierra es gigante, y un sólo paradero, y con las ganas de mucho más, Rusia... siempre es poco. Conforme aún, terminé con una sonrisa de oreja a oreja la tierra, pero me quedaba una misión; una marcada por un icono distinto a los demás que recomendaba (y no en letra chica) un level 10.

Mi misión a La Luna surgió. Mi sonrisa por conocer "en persona" lo que cada noche mis ojos ven con enorme aprecio, apareció. Gracias Bungie.

Lo primero que hice, cual niño, fue saltar sobre uno de sus icónicos cráteres, y con sonr
isa socarrona me quedé en él observando la tierra desde aquel sitio maravilloso.

Mis misiones, como Guardían de El Viajero continuaron. Al paso de aniquilar cuanto caído apareciera en pantalla, admiraba el paisaje.

Las misiones continuaron, y así conseguí el level 9. Un nivel que, como en cualquier RPG, me permitía regresar a la tierra en busca de aquella misión distinta a las demás, una que requería nivel 10, pero que como siempre, prefiero luchar con un nivel menor y adquirir mayor experiencia, a estar uno por encima y que me sea más sencilla la labor.

La misión no comenzaba, y a la espera de ser tres los integrantes, leía el titular que describía mis próximos y complicados pasos: "Guarida de los Demonios". Un poco de caca por los tobillos, sí, pero con la suficiente expectativa y euforia que grandes títulos y complejidades logran en mí.

Creo recordar, dimos tres simples pasos y el cartel de "Cuidado, adiós respawn" se adueñó de la pantalla.

La primera batalla fue complicada, y esperaba que la partida termine rápido, aunque con un sabor dulce que me pedía a gritos más. Y así fue, la respuesta de la misión fue otorgarme otro encuentro contra los desagradables de la oscuridad; otra, y otra más.

Cuando especulaba finalizar la misión cae de una Nave Ataúd un bicho mecánico de unos representativos 30m2. No venía sólo semejante boss. La compañía de Caballeros, y más desagradables y poderosos extraterrestres, hacían de la batalla algo muy complejo. No sólo por la infinidad de bichos en escena que no cesaban. Sino que la vida del mecha era prácticamente incalculable. Eramos tres, pero no bastaba, eramos "army of three", frente a una tercera guerra mundial.

Tras revivir cierta cantidad de veces, finalizamos y avanzamos. Pero, lo que parecía un final boss, no era ni por asomo comparado con lo que, del otro lado de la puerta se presentaría. Otra máquina, una IA complicada, y con miles de sirvientes que venían sedientos de Guardianes, y nos miramos, y atinamos, los tres, a buscar refugio. Lo conseguimos.

Tras largos e intensos minutos conseguimos dar por finalizada la partida, y en mi mente resonaba: Es la que menor nivel requiere, y es la perteneciente al primero de los planetas que Destiny nos brinda. Me dejaba intranquilo.

La misión terminó, y tras un cartel que nos daba el aviso que en los siguientes segundos aquello terminaría era impagable, pero no por haber terminado por fin. No.

Lo impagable había sido la experiencia que viví a través de mi personaje humano, hechicero. Los otros dos personajes, extraños en un comienzo, que Dios sabe en qué parte del mundo vivían, resultaron ser amigos de un camino aleatorio, pero que parecía unirnos el mismísimo destino.

El final se acercaba, y con tintes de emoción apretaba repetidamente el botón de la cruceta que realizaba la acción "Saludo". Me despedí, y agradecí a Bungie por semejante experiencia.

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